¿Los Rockets hicieron un movimiento genial?

El silencio entre los movimientos

No veo las transacciones de la NBA como un comentarista. Las veo como un cartógrafo: cada firma, cada intercambio, cada elección—una línea trazada en silencio. Cuando Houston extendió a Jalen Green por 39 millones, no fue desesperación. Fue calibración.

El draft como lienzo

No persiguieron estrellas con ruido. Cambiaron por Kevin Durant—no porque es llamativo—sino porque su simetría con Fred VanVliet y Alperen Schjeng crea ritmo en defensa. Cinco selecciones futuras en la segunda ronda? No son apuestas. Son activos—retenidos hasta 2032, cuando este plantel se convierte en arquitectura.

Métricas sobre el melodrama

Shams Charania lo llamó ‘audaz’. Yo lo llamo genio silencioso. Brandon Ingram promedió 13.7 minutos por partido la temporada pasada. Su impacto? 3.9 puntos y 5.6 rebotes. ¿No suficiente? Tal vez. Pero cuando sumas su IQ a la rotación junto a Tyrell Sheppard y Calypso Whitmore—no añades volumen. Añades dimensión.

La filosofía del control

Aquí no hay ‘ciencia de cohetes’. Solo disciplina de cohete. No firmaron contratos para complacer a los fans—los firmaron para sobrevivirles. El movimiento más fuerte fue el que nadie notó. Y por eso ganarán—not con espectáculo—sino con estructura.